Porqué no confiar en las recetas de economistas

Instituciones, felicidad y un cuento de dos Nobeles

Porqué no confiar en las recetas de economistas
Knowledge is knowing that a tomato is a fruit; wisdom is not putting it in a fruit salad.

– Miles Kington


Los economistas tienen recetas para todo, pero 2024 nos recuerda por qué debemos dudar de ellas. Con guerras y elecciones, 2024 intensificó posiciones sobre política, AI, Bitcoin y largas listas de problemas nacionales e internaciones, con disputas en mesas familiares, parlamentos, calles y obviamente en las redes sociales.

Hace unos días, con un timing notable, Acemoglu, Johnson y Robinson recibieron el Nobel de economía “por estudios de cómo las instituciones se forman y afectan la prosperidad”. Y hace 50 años, Hayek también recibía el Nobel (con Myrdal) en un mundo muy diferente pero por pensar en los mismos problemas, “por su incisivo análisis de la interdependencia de fenómenos económicos, sociales e institucionales”.

En un año que hasta ahora fue de todo menos aburrido, estas son mis notas sobre una conversación siempre necesaria sobre las instituciones que construimos y cómo afectan nuestro bienestar. Realmente el fanatismo debería ser sólo para el fútbol.

En las notas al pie van datos y referencias adicionales. Como siempre, me reservo los sagrados derechos de equivocarme y de cambiar de opinión, cualquier día, total o parcialmente. Todos los comentarios, críticas y reclamos son bienvenidos.

I.

Would you have a great empire? Rule over yourself.

– Publius Syrus

Las instituciones son “las reglas del juego” en una sociedad o, formalmente, “las limitaciones diseñadas por los seres humanos que estructuran las interacciones políticas, económicas y sociales”. 1 Su propósito es simple: actuar sobre las expectativas para reducir la incertidumbre entre personas, estados y empresas (los “agentes económicos”); esto facilita la producción y el intercambio de bienes y servicios (la “actividad económica).2

Pero las soluciones no son son siempre simples. La humanidad desarrolló desde costumbres y tradiciones hasta sistemas legales para imponer costos a comportamientos contrarios al interés colectivo, como engañar o robar.3 Y se complica más: las normas sociales no sólo actúan a través de sanciones judiciales o costumbres establecidas, por ejemplo, la exigibilidad de los contratos (y las condiciones de transacciones) pueden darse a través de canales informales como la reputación. 4

Si asumimos que deseamos el bienestar de la mayor cantidad posible de personas y que el bienestar material es básico, es necesario que “haya más cosas”, más valor, de que crezca la economía. Entonces, ¿qué tipo de instituciones son las que mejor promueven el crecimiento y el desarrollo económico? ¿Cómo construimos estas “buenas” instituciones?

Las respuestas presentan varios problemas, principalmente prácticos. Las instituciones son el resultado de intereses diversos, a veces contrapuestos y siempre condicionados por la escasez de recursos; son el resultado del feedback entre relaciones y el resultado de éstas, la principal dificultad es cuantificar estas relaciones para inferir relaciones causales.

Por ejemplo, podemos identificar cambios legislativos y comparar valores de variables económicas antes y después para estimar el impacto de las modificaciones en las leyes, pero estos cambios son al mismo tiempo un reflejo de fuerzas políticas, sociales y económicas actuando sobre las propias instituciones, además de las consecuencias de las nuevas leyes.

Puede ser útil medir el desempeño institucional con un “instrumento” acorde a su naturaleza y persistencia en el tiempo y hacer comparaciones razonables. Aquí entran Acemoglu, Johnson y Robinson, mirando la historia de colonias europeas en zonas remotas (en esos tiempos), proponen la mortalidad entre colonizadores como un indicador para comparar la calidad de las instituciones establecidas por ellos mismos en los lugares.5

La muerte es algo objetivo (hasta para los economistas) pero podemos preguntar qué instituciones persisten e impactan en el desempeño económico de las colonias reduciendo la mortalidad de los colonos. Luego, describiendo las instituciones que contribuyen a disminuir la mortalidad en los lugares remotos podemos ver qué características comunes tienen las “buenas instituciones” (porque menos muertes = mejor!).

Acemoglu, Johnson y Robinson proponen mirar a las instituciones considerando factores que se originan dentro del propio sistema económico y pueden ser controlados o influenciados directamente por los agentes (“endógenos”, ejemplos modernos: la política monetaria y fiscal) y factores que se originan fuera del sistema económico y sobre los cuales los agentes tienen poco o ningún control directo (“exógenos”, ejemplo eterno: la muerte).

II.

A Roman once divorced his wife, and when his friends admonished him, saying: “Is she not discreet? is she not beauti­ful? is she not fruitful?” he held out his shoe (the Romans call it “calceus”), saying: “Is this not handsome? is it not new? but no one of you can tell me where it pinches my foot?”

– Plutarch, The Parallel Lives

Los conceptos y herramientas que sugieren Acemoglu, Johnson y Robinson sirven para entender mejor el desarrollo de las instituciones, su influencia en los ingresos y en el bienestar de las personas. Pero el riesgo es simplificar aquí demasiado, por ejemplo reduciendo una rica y compleja dinámica a instituciones inclusivas (“buenas”) e instituciones extractivas (“malas”), por lo que hay que ir un poco más allá. 6

Aquí entra Hayek. El punto de partida es el individuo y su conocimiento limitado. Cada persona posee información única sobre sus circunstancias particulares, sus preferencias y capacidades, un conocimiento que resulta imposible de centralizar o agregar de manera efectiva. 7

Este “problema del conocimiento” es fundamental: ninguna mente o grupo puede reunir y procesar toda la información dispersa en la sociedad. Los precios, las costumbres y las instituciones emergen como mecanismos descentralizados que permiten coordinar las acciones de millones de personas sin necesidad de una dirección central. 8

Para Hayek, las instituciones efectivas no son diseñadas deliberadamente, sino que evolucionan a través de un proceso de orden espontáneo. Al igual que el lenguaje o el mercado, las mejores reglas sociales surgen de la interacción humana y la selección natural de las prácticas más exitosas. 9

La prosperidad económica depende de este orden espontáneo que permite el uso del conocimiento disperso. Cuando las instituciones respetan la libertad individual y la propiedad privada, facilitan que las personas utilicen su conocimiento único para beneficio propio y, sin pretenderlo, de toda la sociedad. 10

Las interferencias en este orden, aunque bien intencionadas, suelen tener consecuencias imprevistas y negativas. Los intentos de planificación central o ingeniería social no consideran realmente la naturaleza humana (nuestra diversidad!) ni prestan atención a la complejidad del conocimiento disperso y distorsionan los mecanismos de coordinación espontánea. 11

Por eso Hayek considera imposible la “justicia social” como objetivo deliberado: no existe una mente o institución capaz de determinar y asignar a cada uno lo que merece. Los resultados del mercado no son “justos” ni “injustos”, son simplemente el producto de innumerables interacciones voluntarias.

Con esta mirada, las “buenas instituciones” no son necesariamente las más planificadas, sino las que mejor permiten mayor libertad de acción a todos, partiendo del conocimiento disperso y hace posible gestionar pacíficamente intereses que pueden resultar frecuentemente contrapuestos.

Si las instituciones se desarrollan “de abajo hacia arriba” adaptándose a las circunstancias locales y al conocimiento específico de cada sociedad, es más fácil que los conflictos entre intereses contrapuestos se minimicen, o al menos se gestionen de una manera más ordenada y pacífica. 12 Por eso el transplante directo de instituciones exitosas en un lugar puede fracasar en otro contexto cultural e histórico diferente.

Generalmente, las normas impuestas en este desarrollo “orgánico” y espontáneo de las instituciones contribuyen a situaciones donde no es posible mejorar el bienestar de un individuo sin empeorar el de otro. 13 Esto conocemos hoy como “eficiencia en el sentido de Pareto” y es filtro muy simple pero muy poco utilizado para pensar el impacto de regulaciones.

III.

Cecil Graham: What is a cynic?

Lord Darlington: A man who knows the price of everything, and the value of nothing.

Cecil Graham: And a sentimentalist, my dear Darlington, is a man who sees an absurd value in everything and doesn’t know the market price of any single thing.

– Oscar Wilde, “Lady Windermere’s Fan”

Nada perjudica tanto el bienestar de las personas como restricciones a sus libertades que además son utilizadas por otras para su propio beneficio. El motivo fundamental para oponernos a un “Estado grande” que regula cada vez más cosas es que cada intento de “mejorar” la situación de algunos resulta inevitablemente en el empeoramiento de la situación de otros.

Para Hayek el diseño central (por ejemplo las políticas públicas) crea ineficiencias porque ignora información dispersa y atenta contra libertadas individuales. Pero hay algo aún peor: más reglas crean más oportunidades para que ciertas personas obtengan beneficios del resto simplemente porque controlan partes del Estado, o por acumulación de influencias en otras esferas, por ejemplo.

En el saber popular, se dice que “el remedio puede ser peor que la enfermedad” cuando los resultados de una acción hacen más daño en vez de solucionar un problema. Y la causa es simple: hay tantos factores que desconocemos, entonces una acción puede tener consecuencias inesperadas y más graves.

Por otro lado, a veces la inacción también es un tratamiento, permitiendo que las personas resuelvan los problemas creativamente según sus circunstancias y sus conocimientos. En la práctica, menos reglas y altos costos por infringir las vigentes es lo que parece maximizar el bienestar de la mayor posible cantidad de personas. Esta es la verdadera “receta” para la prosperidad, al menos material.

En un discurso al aceptar el Nobel Hayek sugería exigir a los galardonados un “juramento de humildad similar al de Hipócrates”: nunca hacer declaraciones más allá de los límites de su competencia. Podemos ser más prósperos si limitamos las competencias de las instituciones en incidir sobre nuestro patrimonio y nuestras opciones individuales.


  1. North, D. C. (1990) Institutions, institutional change, and economic performance. Political economy of institutions and decisions. Cambridge: Cambridge University Press.

  2. North, D. C. (1991) 'Institutions'. Journal of Economic Perspectives, 5(1), pp. 97–112. doi:10.1257/jep.5.1.97.

  3. Milgrom, P. R. et al. (1990) 'The role of institutions in the revival of trade: The law merchant, private judges, and the champagne fairs'. Economics & Politics, 2(1), pp. 1–23. doi:10.1111/j.1468-0343.1990.tb00020.x.

  4. Greif, A. (2000) 'The fundamental problem of exchange: A research agenda in Historical Institutional Analysis'. European Review of Economic History, 4(3), pp. 251–284. doi:10.1017/S1361491600000071.

  5. Acemoglu, D. et al. (2001) 'The Colonial Origins of Comparative Development: An Empirical Investigation'. American Economic Review, 91(5), pp. 1369–1401. doi:10.1257/aer.91.5.1369.

  6. Acemoglu, D. & Johnson, S. (2005) 'Unbundling Institutions'. Journal of Political Economy, 113(5), pp. 949–995. doi:10.1086/432166.

  7. Hayek, F. A. Individualism: True and False (1945). Smith, G. H. & Moore, M. (eds.) (2015) Individualism: a reader. Washington, District of Columbia: Cato Institute.

  8. Hayek, F. A. (1945) 'The Use of Knowledge in Society'. The American Economic Review, 35(4), pp. 519–530.

  9. Hayek, F. A. (2013) Law, Legislation and Liberty: A New Statement of the Liberal Principles of Justice and Political Economy. Hoboken: Taylor and Francis.

  10. Hayek, F. A. (2011) The constitution of liberty: the definitive edition. The Collected works of Friedrich August Hayek 17. Ronald Hamowy (ed.). Chicago: University of Chicago press.

  11. Hayek, F. A. von (2007) The collected works of F. A. Hayek. 2: The road to Serfdom: Text and Documents; the Definitive Edition / ed. by Bruce Caldwell. Repr. Bruce Caldwell (ed.). Chicago: Univ. of Chicago Press.

  12. Hayek, F. A. von (2000) The collected works of F. A. Hayek. 1: The fatal conceit: the errors of socialism / ed. by W. W. Bartley III. Repr. William Warren Bartley (ed.). Chicago: Univ. of Chicago Press.

  13. Pareto, V. (2014) Manual of political economy: a critical and variorum edition. ProQuest Ebook Central. First edition. Aldo Montesano et al. (eds.). Oxford, United Kingdom: Oxford University Press.